Interprete: Patricia Frías de la Cuesta
Coge un escarpelo bien afilado y hazte un corte limpio y transversal que te divida el pecho en dos mitades exactamente iguales, con cuidado de no cortarte los dedos. Una vez concluida esta operación agarra un pequeño espejo y colócatelo entre las dos mitades. Ya no te harán falta los gestos, ni tan siquiera las palabras, porque ahora, todo lo que antes veías y sentías se filtrará entre tus dedos mostrando hasta lo más profundo y apartado de tu ser; se dará la vuelta y se aproximará lentamente hasta asomarse en el espejo. Entonces ya no tendrás que mentir, ni que guardar ese secreto que te comía por dentro, porque ya no habrá ningún secreto; ahora todo lo que estaba dentro, está casi fuera.
En la obra se establece un juego visual a modo de doble espejo: el primero se nos presenta como un cuerpo de mujer dividido por la mitad y reflejado, el segundo es el que ella sostiene con sus manos. Entre ellos se establece un vínculo por el que entran y salen imágenes de objetos y de ella misma.
La mujer coquetea con el espejo, lo limpia, y nos muestra un interior reflejado: objetos que se suceden como si de un doble mundo se tratase; reflejo de lo que hay dentro o de lo que está fuera, frente a ella. Dicha dualidad queda patente cuando el receptor de las imágenes comienza a disolverse en su pecho, a esconderse, mientras las manos se introducen para buscarlo y rescatarlo descarnadamente de entre las fauces de lo desconocido.
Ver obra: ALGO DE DENTRO I
